Allá… (con ojos de niña)

Desde que tengo conciencia oí hablar de Allá. Ellos son de Allá… vinieron de Allá antes que nosotros…


Están Allá… son de Allá…..    

Palabras oídas, palabras de infancia. No se sabía a ciencia cierta que era Allá, sólo que nosotros éramos diferentes, nuestros padres hablaban diferente de otros papás. Decían que nosotros éramos gallegos, todos éramos gallegos…

A mis cuatro años, sucedió algo extraño: mi  padre lloraba en el baño. Que mi hermano o yo lloráramos  bueno… pero un papá… Lavándose la cara y medio disimulando me dijo que había muerto su mamá, yo no la conocía porque  ella vivía Allá, muy lejos… era feo que mi papá llore y que su mamá estuviera lejos.

Qué era Allá fue apareciendo con el tiempo, los abuelos, los tíos, los primos… venían de tanto en tanto fotografías y cartas de la Montaña, eso era Allá. 

Nos levantaban casi de noche para ir al puerto, era lejísimo, íbamos con mi mamá a llevar encomiendas, era necesario ir varias veces, con mucha ropa, por que  Allá hacía frío. A veces íbamos a esperar a alguien que  llegaba lo que  era  fiesta asegurada. Al principio lloraban mucho todos, hasta mis tíos lloraban, luego conversaban hasta el cansancio y algunas personas  se quedaban un tiempo en casa hasta que …se “pudiera ubicar en algún lado”, decía mi mamá. Todo eso era raro para mí, aunque  lindo, porque con tanta reunión y charla se ponían contentos.

Que la gente fuera “llamada” esto era más incomprensible aún, mi casa era como un hotel ya que mi padre y mis tíos tenían en ese entonces una fábrica y muchos trabajaban en ella y luego cuando “podían” se iban a vivir a  casas propias.

De a poco el Allá se fue poblando. En una época los sábados después de almuerzo mi padre escuchaba un programa radial gallego de comentarios, poesía y música

En su sillón parecía que dormitaba, rápidamente entendí que eso era muy grave, irrumpir y hablar era impensable. De a poco fui descubriendo que se emocionaba mucho y por momentos lloraba.

A veces en cambio era muy divertido, íbamos a clubes de la Colectividad Gallega o al Centro Montañés.

Cuando era de la Colectividad Gallega eran fiestas muy alegres y todos eran de Allá,  tocaban gaiteros, bailaban y había mucha gente. Cuando eran las fiestas del Centro Montañés, todos se  conocían, tenían  un cuerpo de baile y allí estuvimos con mi prima mayor, que era linda y graciosa. No había que faltar para ensayar, era serio y a veces íbamos de visita a otros clubes, todos eran de Allá. Los montañeses cantaban,  era realmente eso: una familia muy grande los del Centro Montañés y tenían un lugar cerca del río precioso donde íbamos con mi tía y mis  primos. 

Uno de los recién llegados era una prima de mi madre mi tía Venancia  con su hijo Manolo, eran  cariñosos y sabían mucho. 

Por ese entonces yo tenía 8 años, se quedaron en casa poco menos de un año y  fue maravilloso. Ella era muy simpática, hablaba de Cuba, donde habían estado. Era  hermoso  oírla, sus crónicas tan  fascinantes que me parecía ver  la Habana, sus  patios internos con vegetación enorme, casi oía el movimiento de sus grandes hojas.
                                                                                                           
Con ella descubrí que los españoles eran viajeros, también hablaba de la guerra y lo que había visto Allá en Madrid y Barcelona, donde había vivido. Era dama de compañía y hablaba de palacios y de señoras.  Manolo me enseñó el placer por la lectura.

Me parecía que toda la gente de Allá era especial… siempre contaban cosas interesantes, sabían de muchas cosas, mis primas hasta bordaban como grandes  en el colegio.


Decían que la guerra fue muy mala y había destrozado todo… Un tiempo después llegó un primo, lo habían ido a buscar,  saltó de un techo a un huerto se escapó y  fue a Francia. Que él hubiera saltado, un salto tan grande y hablara francés… así eran los de Allá muy valientes y se iban lejos. 

Mis padres y mis tíos habían llegado antes, eran  chicos y sus papás quedaron allí. De eso mucho no se hablaba, a veces conseguía que mi mamá contara algo de Allá: en un lugar llamado Santander vivían  sus papás, unos tíos y primos, la montaña era blanca y había nieve, que hacía tanto, tanto frío que las vacas se guardaban en casas… yo no lo podía ni creer! 

Ella no tenía lágrimas en los ojos como mi papá cuando escuchaba la música, se ponía seria cuando contaba que trabajaba en el campo desde chiquita. Eso me parecía impresionante,  nunca había visto una chiquita que trabajara y que llevara a las ovejas y las cuidara… le preguntaba si no se aburría y decía que no tenía tiempo de aburrirse y además que había lobos cerca. Eso era lo peor, los lobos… Nunca logré entender cual era la gracia de Caperucita Roja, ya sabía que a mi mamá la corrían los lobos o que debía cuidarse de ellos y eso daba mucho miedo.

Un día comencé a comprender que España era Allá, eso de las necesidades que ponía muy seria a  mi mamá, que el frío, los  lobos, que allí se quedaban los papás. Estaba convencida que era una casa lejos que era de mi abuela, pero es mi casa decía mi mamá, o sea que era otra casa, España era eso: una casa lejos que era Allá. Al fin sabía que era Allá. Teníamos otra casa muy importante que era lejos, era Allá. 

La gente de Allá era toda una familia, eran muchos, se decían tía, tío, a mi abuelo lo llamaban tío todos, así era Allá. No éramos como los de acá, el tema de los de acá era un gran lío. 

En principio nosotros no éramos como los de acá y yo debía  saberlo. La gente de acá era diferente “era buena pero no les gustaba mucho trabajar,  estaban ahí, no hacían nada”… pero si uno no hace nada¿ cuál es el problema me preguntaba? La respuesta llegaba, cara seria: “Pasas necesidades”, con mis tíos se miraban: “Te  imaginas si no hubiéramos hecho tanto, ¡cuantas necesidades!” 


Eso era lo más difícil de  entender lo de “necesidades”…

Había llegado a la conclusión que España era eso: frío, había que mandar ropa, lobos, daba miedo y era muy misteriosa, se quedaban allá los papás, era como una película en blanco y negro.

Cuando cumplí  los diez años viajamos a España en barco,  era lejos, llegamos y frío no hacía mucho, había sol, el cielo era muy azul, era el mes de mayo. 

Todo muy colorido, las techos de tejas,  campo, la casa de mi abuelo era de piedra, a los papás los trataban de usted  y… no había baños pero nadie se hacía problema por eso, además mi abuela tenía uno portátil, que se descargaba en el río.

El río era muy importante, aunque angostito servía para muchas cosas, las vacas iban a tomar agua, las señoras lavaban en sus orillas, se reían y conversaban. 
                                                                          
El colegio era otro tema, era chiquito, una sola maestra, no tenía un patio sino toda la montaña para ir un rato, pero no sola porque yo era indiana,  por eso la maestra a mí no me pegaba.

Los chicos sabían hacer de todo, subían las montañas mas altas solos y se reían, se trepaban a los árboles, saltaban paredes, corrían con zuecos y no les tenían miedo a las vacas.

Era impresionante, los nenes de Allá  no le tenían miedo a nada, sabían hacer de todo, el cielo era azul, los pastos verdes…  y el lobo no apareció… 

Lic. Beatriz Miranda